El mundo no es lo que era
Latinoamérica fue “el continente de la esperanza” para Karol Wojtyla, el Papa Juan Pablo II; hoy, América Latina es el botín perfecto de las redes clientelares y los políticos del disimulo.
La intervención de Estados Unidos en el conflicto de Oriente Medio, contra lo que pudiera creerse, no fue un acto de prepotencia o de barbarie, ni un impulso primitivo de quien se cree “policía del mundo”, sino un acto preventivo y estratégico de geopolítica mundial.
Israel e Irán no están diseñados para ser estados pacíficos: traen genética de raza guerrera y su islamismo fundamentalista es prueba de su radicalismo. Por ello, el estado de “paz armada” es el que más se ajusta a su vocación y a su modo de vivir.
En asuntos de guerra, EU no es una madre de la caridad pública, un referente de moralidad a toda prueba ni un ejemplo de corrección política. De hecho, con mucha frecuencia es todo lo contrario.
No obstante, la incursión reciente de Estados Unidos en Oriente Medio, con el ánimo de destruir el arsenal nuclear de Irán y de poner un alto al autoritarismo de los Ayatollas, fue ejemplar.
Los tres orientes, el cercano, el medio y el lejano son tres caras de una misma cultura de guerra; no por nada, la cultura religiosa islámica es la única que tiene en el centro de sus creencias a un Dios de muerte, a un Dios de guerra: Alá.
Mahoma, el profeta del Islam, subió al monte y al cabo de seis días de sed y ayuno, y de hablar con el Dios sin rostro del Islam, volvió a la tribu trayendo una religión que le rinde culto a la muerte y a un Dios de guerra.
El Corán es uno de los libros más extraños, más contradictorios y rígidos de cuantos se han escrito y publicado. Y, según la tradición islámica, es el libro que Alá le dictó en la montaña a quien sería el guía de su pueblo.
El Corán no se lee ni se interpreta del mismo modo en los tres orientes, ni siquiera en el interior de cada Estado islámico; esto significa que el Corán es uno, pero las lecturas y percepciones del libro sagrado se cuentan por miles.
Irán es un caso especial: el país de los Ayatollas, la teocracia rebelde a Occidente cree en su propio destino manifiesto y espera ser un día el referente de un Imperio: una Babilonia resucitada o una Roma imperial en el corazón del desierto.
Irán se ha armado y fortificado a partir de la informalidad, por fuera de los programas nucleares internacionales y al margen de si cuenta con la aprobación o no de las grandes potencias. Es, por esto, un caso de insubordinación frente al derecho y la política internacional.
Mohamed Reza Palevi, el “Sha de Irán”, fue echado del poder en 1981, y su lugar fue ocupado por el Ayatolla Jomeini, quien encarna una de las dictaduras más rancias y longevas de los emiratos árabes. Para entendernos: es el Fidel Castro de allá, sin la verborrea mareadora e intoxicante del Castro que tuvimos acá.
Irán ha comprado a escondidas uranio para enriquecerlo, porque es uno de los componentes químicos de la energía nuclear. En Oriente Medio, es el país más consumidor de uranio en la última década, y no lo ha conseguido para hacer aleaciones químicas ni para jugar a inventar nuevas fórmulas de laboratorio.
La intervención del presidente Trump en el conflicto entre Israel e Irán fue oportuna y disuasiva: evitó que el conflicto escalara y redujo las posibilidades de Irán de convertirse en el lobo del desierto.
Lo deseable, ahora, es que la Casa Blanca se ocupe de su propia agenda y vuelva la vista al continente desgarrado que es América Latina.
Varios países, entre los que se cuenta México, forman parte de las preocupaciones centrales del Departamento de Estado, el FBI, la CÍA y el Pentágono.
Cuba espera con la boca amarga de quien ha visto morir muchas esperanzas. Venezuela espera con agria desesperanza. Nicaragua espera con agruras, con los sueños rotos y la vida en ruinas. México espera con una esperanza sombría y la mirada gacha.
Pisapapeles
Latinoamérica fue “el continente de la esperanza” para Karol Wojtyla, el Papa Juan Pablo II; hoy, América Latina es el botín perfecto de las redes clientelares y los políticos del disimulo. ¿Dónde quedó la esperanza?
Qué triste situación la de México en el contexto internacional y también en el continental. Felicitaciones por el conocimiento amplio de la cultura islámica.